Preocupación por la vulgaridad en el reality "La Casa de Alofoke" en República Dominican

 




Santo Domingo.- El reality show "La Casa de Alofoke", transmitido en vivo por YouTube y producido por Alofoke Media Group, ha generado un intenso debate en la sociedad dominicana debido a los altos niveles de vulgaridad y controversia que caracterizan su contenido. Este programa, que reúne a influencers y figuras del entretenimiento urbano en una convivencia retransmitida las 24 horas, ha sido señalado por diversos sectores como un ejemplo de la banalidad comunicacional que afecta a los medios digitales en el país.

Según analistas y expertos en comunicación, como J. Luis Rojas, la vulgaridad presente en "La Casa de Alofoke" no se limita al lenguaje, sino que se extiende a los gestos, comportamientos y dinámicas diseñadas para generar conflictos y titulares virales. Este enfoque, que prioriza el morbo y la confrontación, ha sido criticado por su falta de valor formativo y su impacto negativo en audiencias jóvenes, quienes representan casi la mitad del público del programa (jóvenes de 18 a 24 años).

El programa, que ha alcanzado un alcance potencial de más de 500 millones de usuarios y picos de 1.3 millones de espectadores simultáneos, ha consolidado su posición como un fenómeno digital en República Dominicana y en la diáspora dominicana en Estados Unidos, España, Colombia y México. Sin embargo, métricas recientes indican que el 25% de las reacciones en redes sociales son negativas, reflejando un rechazo significativo a los contenidos que promueven antivalores y carecen de profundidad.

Organizaciones sociales y académicos han expresado su preocupación por la influencia de este tipo de contenidos en la cultura política y social dominicana, especialmente entre adolescentes y jóvenes que consumen estas plataformas sin un filtro crítico. Bernardo Matías, antropólogo social, advierte que el modelo de "La Casa de Alofoke" podría trasladarse a la esfera política, promoviendo figuras mediáticas sin propuestas de fondo, lo que representa un riesgo para la calidad del debate público.

Ante esta situación, se hace un llamado a las autoridades, medios de comunicación y a la sociedad en general para reflexionar sobre la necesidad de regular los contenidos digitales que, bajo el pretexto de la libertad de expresión, promueven la vulgaridad y la alienación. La propuesta de un proyecto de ley para regular los medios digitales, mencionada por Rojas, busca establecer mecanismos que fomenten contenidos responsables y significativos, sin coartar la creatividad ni la innovación.

La novedad dominicana no está en el concepto, sino en la plataforma. La Casa de Alofoke transmite en YouTube las 24 horas, fomenta la interacción directa con la audiencia y se sostiene en la monetización digital a través de vistas y aportes en vivo. Se trata, en realidad, de una adaptación local de un formato global revestida de frescura tecnológica, pero apoyada en el mismo guion de morbo, confrontación y banalidad.

Guy Debord (1967, La sociedad del espectáculo) advertía que en el capitalismo tardío la vida se transforma en mera representación, lo real cede su lugar a lo espectacular. La Casa de Alofoke materializa esa tesis. Lo que se muestra no es la vida, sino su dramatización artificial, con conflictos montados, insultos amplificados y escenas diseñadas para generar titulares virales. El espectáculo sustituye a la reflexión y lo que debería ser comunicación se degrada a mercancía.

Zygmunt Bauman (2000, Modernidad líquida) nos recuerda que vivimos en tiempos de vínculos frágiles, experiencias efímeras y consumo inmediato. El reality se nutre de esa lógica, donde nada dura más que un episodio, cada controversia es desplazada rápidamente por otra y el público, atrapado en un flujo constante de estímulos, pierde la capacidad de construir sentido. Lo desechable se convierte en norma, como si la vida misma pudiera editarse en cortes de cinco minutos.

En última instancia, La Casa de Alofoke no es simplemente un reality show, sino el síntoma de un vacío cultural convertido en negocio. Es un espejo que refleja la fragilidad de nuestras prácticas comunicativas y la ausencia de un proyecto cultural más sólido. Es la alienación presentada como entretenimiento, la violencia simbólica legitimada como interacción social y el espectáculo elevado a norma de lo público.

No debería sorprendernos que esta banalidad comunicacional pueda articularse mañana con una propuesta electoral igualmente banal. La apertura legal a las candidaturas independientes sin partidos en la República Dominicana crea el terreno fértil para que figuras mediáticas con gran alcance digital, pero sin proyectos de fondo, se presenten como opciones de poder. Santiago Matías ha coqueteado con esa posibilidad y no sería extraño que el mismo modelo de espectáculo, morbo y superficialidad que sostiene La Casa de Alofoke busque trasladarse a la arena política bajo la promesa de renovación, cuando en realidad solo reproduce el vacío convertido en estrategia.

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